sábado, 10 de abril de 2010

El desafío de la “nueva izquierda político-social independiente”

“El segundo semestre del año promete ser movido”, decíamos en la editorial de Cambio Social a mediados del año. Después de la derrota K en las elecciones y el hecho positivo de la aprobación de la ley de medios, pero sobre todo de los conflictos obreros, los piquetes en todo el país y los bloqueos de accesos a la Capital, el diagnóstico no sólo se reafirma sino que nos impone afinar el análisis.

Hay elementos de sobra para caracterizar que no se trata sólo de un semestre “coyunturalmente” movido, sino de una serie de cambios en la situación política que exceden la coyuntura. Estos cambios se expresan centralmente en lo que hace a la correlación de fuerzas entre los sectores dominantes y el pueblo y configuran un cambio de etapa que nos impone reactualizar los desafíos para avanzar en la construcción de una alternativa popular de poder real.

A modo de repaso, decimos que las organizaciones y movimientos que integramos el Frente Popular Darío Santillán, al igual que gran parte de la militancia y los sectores organizados, somos hijos directos de las luchas populares contra el neoliberalismo que tuvieron sus picos en el 19 y 20 del 2001 y el 26 de junio de 2002 en Avellaneda. Aquella fue una etapa de avance popular, de desarrollo de nuevos movimientos y nuevas lógicas de organización y de protesta (que podemos sintetizar en la consigna “corte de ruta y asamblea”). Por aquellos años, el movimiento popular cobró un vigor y una radicalidad en el cuestionamiento al sistema, con planteos anticapitalistas e impugnadores del sistema político representativo burgués (“que se vayan todos”), ambos aspectos retraídos con el advenimiento del kirchnerismo pero aún presentes en el ideario de las organizaciones populares.

El kirchnerismo vino a “encausar” la potencia popular a la vía muerta del estatalismo burocratizante, la cooptación y la desmovilización. Fue una etapa de reflujo para el campo popular, de retraimiento, de desacumulación. El proyecto K no avanzó en transformaciones de fondo y fue un factor retardatario para el desarrollo de la fuerza popular al punto que, a seis años de gobierno, las propias organizaciones kirchneristas se resquebrajan y ni siquiera parecen haber desarrollado fuerza para apoyar al gobierno que sienten propio.

Para quienes nos propusimos resistir y construir desde una política crítica con las limitaciones K e independiente de la cooptación estatal, fue una etapa difícil, de menor visibilidad política y carencias estructurales, que aún así aprovechamos para madurar debates respecto a la necesidad de “politizar” nuestras construcciones iniciales.
Este repaso resulta imprescindible para comprender por qué planteamos que se abre una nueva etapa. A partir del conflicto de las patronales agropecuarias con el gobierno se evidenció que un sector de las clases dominantes ya no estaba dispuesto a seguir aguantando el modelo K que habían soportado los primeros años cuando, más allá de la prédica “setentista”, en los hechos Kirchner les había servido para aplacar la radicalidad social y desmovilizar o subordinar a las organizaciones populares. Cumplida esa tarea, la Sociedad Rural, las corporaciones mediáticas, la Iglesia y después la UIA y otras entidades patronales, empezaron a dar batalla al kirchnerismo, alentando el rearmado político de una derecha electoral que los represente más genuinamente.

Ante esto, el kirchnerismo intentó construir un imaginario de confrontación contra “los poderosos”, que tuvo batallas justas en la lucha por las retenciones, en la estatización de Aerolíneas, las AFJP o el impulso a la ley de medios. Aún así, el objetivo de esas disputas fue y es la acumulación de poder político para la subsistencia del proyecto K y no la acumulación de poder y el desarrollo de organización en el seno de nuestro pueblo. Aún en algunas de esas batallas que reconocemos como justas, decimos con claridad que aquello que pierden algunos sectores del poder económico y lo acumula el gobierno, no implica necesariamente el fortalecimiento del Poder Popular; sí, como en el caso de la ley de medios, abrirá grietas –que pueden ser importantes sin dudas- por donde seguir la pelea, seguramente en contra también de la burocracia oficialista y los socios del gobierno.

Caracterizadas esas disputas, sus virtudes y limitaciones, reafirmamos: se vuelve más urgente que nunca la construcción de un proyecto popular de transformación radical de la sociedad que exprese a las amplias mayorías populares, con vocación de masas y construcción de poder popular desde las bases pero además con capacidad de interpelar al conjunto de la sociedad, proyectándose también en las disputas políticas estructurales.

Decimos, entonces: se abre una nueva etapa que genera mejores condiciones para avanzar hacia ese objetivo. Esto es así porque:
- La situación económica, más allá de los debates de “especialistas”, desmejora para los trabajadores/as y el conjunto de nuestro pueblo; eso genera condiciones objetivas para una mayor conflictividad social y avances reivindicativos y organizativos concretos contra las patronales y la burocracia estatal.
- Dentro de los sectores políticos hegemónicos, el proyecto K está debilitado y su relación con los conflictos obreros y las demandas sociales ya no puede seguir sosteniéndose desde el lugar en el que se manejaron durante los años anteriores.
- La derecha “gana espacio ante el kirchnerismo”, pero no deja de ser un entramado de personajes nefastos a los ojos del pueblo, mezquinos hasta para sus propios intereses e ineficaz para despertar expectativas de cara a las amplias mayorías.

Del lado del pueblo:

- Los conflictos en Kraft por despidos y del subte por la libertad sindical son apenas la punta de un iceberg de conflictividad laboral en aumento. Paros de médicos y docentes, luchas contra la precarización de estatales, nuevas ocupaciones de fábricas que se suman a las experiencias anteriores y la aparición en escena de nuevas camadas de activistas y delegados combativos complementan un panorama de recomposición de las fuerzas populares y de izquierda en las luchas sindicales. Por su parte, los piquetes y bloqueos a la capital de organizaciones de desocupados, las protestas en simultáneo en otras 13 provincias o la toma de la Municipalidad de Mar del Plata, en reclamo por la incorporación al nuevo plan de cooperativas, muestran un abanico de organizaciones territoriales con origen en el movimiento piquetero que han resistido la cooptación y reforzado la organización de base para encarar un nuevo ciclo de luchas.

La movilización en torno al debate de la nueva ley de medios, y la presencia de cientos de integrantes del Movimiento Campesino que se movilizaron el Día de la Soberanía Alimentaria, son también muestras de la misma vitalidad y recomposición de los de abajo.

En el plano estrictamente político, a primera vista suele detenerse la mirada en lo que reflejan las coyunturas electorales. En ese plano, la buena elección de Proyecto Sur en Capital (algunos agregan el desarrollo del partido de Sabatella en la provincia de Buenos Aires apoyado por CTA), muestran que un sector importante de la sociedad está dispuesto a acompañar propuestas “por izquierda”, desmintiendo la falacia kirchnerista de que en el terreno electoral “a la izquierda del gobierno no hay nada”. (Aclaración: sin menospreciar construcciones de carácter genuinamente popular, no-sotros preferimos ser más precisos en los análisis militantes y seguir llamando “izquierda” a los proyectos anticapitalistas, que buscan avanzar claramente en la lucha por el socialismo). Mirando más a fondo, aparece también la Constituyente Social, donde conviven y se disputan Proyecto Sur, Sabatella, otras expresiones populares K como la Tupac de Jujuy o Yasky, y Quebracho.

Pero sobre todo, existe también un proceso aún subterráneo donde los tiempos electorales son contemplados pero no son condicionantes para la construcción; donde el desarrollo de las luchas desde abajo va enlazado con el debate político de la necesidad de proyectar un espacio de unidad de ese amplio espectro que podemos denominar como “nueva izquierda político-social independiente”, del que nos sentimos parte.

Esos intentos tuvieron pasos importantes en el Encuentro Nacional de Organizaciones Estudiantiles de Base (ENEOB), el Encuentro de Organizaciones Territoriales y Culturales del 29 de septiembre y el Encuentro de Intelectuales vinculados a los movimientos populares que se realizó el 3 de octubre. Experiencias que intentarán confluir en un encuentro multisectorial el 28 de noviembre y que contienen el germen de la proyección política que desde el FPDS nos proponemos en esta etapa, en el largo camino por construir ese proyecto popular de transformación radical de la sociedad.

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